Después de muchos años de no querer levantarme para ir a la escuela, por fin estaba estudiando la carrera que me gusta. Pero, a mi parecer, a mis docentes siempre les faltaba algo; no sabia que podía ser y a veces -en los pocos ratos libres- ensayaba una explicación: soy yo que nunca he sido bueno para el estudio, son los compañeros que siempre hacen ruido, etc. Y un día entro un viejito, sin vestimentas pomposas, sin aparatos modernos, sin notas, sin hablar de lo mucho que sabia; solo el, su calma, su metodología antigua; pero también su incontable experiencia, su dominio total y absoluto del curso, su amor por compartir, su comprensión del mundo, su gran deseo de transmitir. El viejito no usaba correo, ni copias, ni proyector, ni nada; pero sus clases eran las mejores, lo entendíamos todo y nadie hacia ruido; los profesores modernos parecían tan lejanos y desfasados junto a el; y aunque su visión era la propia de su edad y su experiencia, lo que aprendí de el es una de las bases mas solidas de mi accionar profesional y humano. Por ello quise transmitir ese sentimiento, lo moderno que podemos sentir como desfasado, obsoleto o incluso inútil y lo antiguo que si se da con todo el "corazón" es invaluable. No niego la capital importancia de todo avance científico, pedagógico y tecnológico; pero conozco a muchos docentes que se han "perdido" en la modernidad y han olvidado lo mas importante. Agradecer a todos por su atención y comentarios y hasta muy pronto.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
AutorDocente y Discente. Archivos
Agosto 2017
Categorías |